La juventud del binefarense Mario Molins (Lérida, 1983) no resta nada a su forma de entender la escultura como algo importante, contundente y rotundo. El artista entiende la escultura relacionada con la naturaleza, sacada de la tierra que le rodea, del entorno. Se trata de sensaciones y sentimientos extraídos a partir del lugar, del paisaje. Sus esculturas, sean en piedra, madera o bronce tienen una relación directa con la tierra. Establece un diálogo, diría que sagrado, con los materiales, ve el potencial de las formas posibles, observa la tensión que se establece dentro de la materia y entre ésta y la acción del artista. Un diálogo y una tensión que dan como resultado formas esenciales, libres de anécdotas y diálogos fructíferos entre el artista y el medio.
Olivo, ciprés, almendro, cerezo, roble, acacia, naranjo, pino, álamo, ciruelo, son algunas de las maderas que emplea en las esculturas de la muestra. Casi todas relacionadas con el entorno de Binéfar, ese paisaje que, desde siempre, ha vivido y ha observado detenidamente. Talla oquedades en la madera, busca formas y logra volúmenes que estaban allí potencialmente, deja aflorar la belleza de los anillos del crecimiento de los árboles, manifiesta la rotundidad de un corte en diálogo con otros, extrae la máxima expresión desde un respeto y un amor intenso por el paisaje y por el paraje. Las esculturas de Molins tienen una vitalidad y una fuerza que se exteriorizan desde dentro.
Las esculturas expuestas están pensadas para un lugar expositivo, sin embargo ya ha realizado esculturas para lugares públicos. Decía Henry Moore que existe una diferencia entre escala y tamaño y, por tanto, una escultura de 40 cm puede presentar una escala monumental, si se la fotografía contra una pared vacía, sin referencias. Depende de qué referencias haya aparecerá o no monumental.
En las formas de Molins podemos ver estelas que nos conducen a Oteiza y Chillida, dos referentes importante de nuestra escultura del siglo XX, pero en el concepto se acerca a David Nash, con planteamientos entre la vitalidad de la naturaleza y la percepción cultural de la misma o la relación física y espiritual del hombre con el entorno. También observamos planteamientos próximos a Alberto Carneiro como los de identidad del hombre y la tierra La palabra druida viene del celta, “dru” que significa roble, por extensión árbol y “wid”, que significa ver, es decir el término druida viene a aludir a los sabios en árboles, a los señores del bosque. En las esculturas de Molins está presente el árbol como tronco inerte que se corta y talla, como símbolo de la vida y la sabiduría.
Ricardo García Prats