En esta nueva exposición, Mario Molins nos introduce en el concepto de la semilla que desde la tierra, brota en primavera. Se produce en el mes de abril una catarsis que nos lleva a vivir y nos transporta a un proceso esplendoroso de fertilidad. No se trata más que de la metáfora de la vida. El artista nos hace reflexionar con esos elementos que van desde la semilla, al brote que surge de las yemas de las ramas, al crecimiento, a las inclemencias del tiempo que hay que superar, a la recogida de los frutos y, todo, con la idea de volver a empezar. El ciclo de la vida.
Sin embargo, conviene decir que el artista no se mueve en conceptos medioambientales, cosa que se puede plantear desde otros puntos de vista. El artista hace planteamientos artísticos, dese la naturaleza. Pero no desde la contemplación romántica como hacía Gaspar David Friedrich. Molins hace planteamientos conceptuales desde la naturaleza. De ahí su idea de catarsis, de transformación desde la tierra, desde el árbol, desde el paisaje, para llegar a la idea de arte. A la vez también plantea un viaje de retorno, desde el arte a la naturaleza.
Hace un tiempo planteó y llevó a cabo una escultura en un olivo seco sin arrancar el tronco de la tierra. Ahora es una escultura que ha brotado por los lados y con el tiempo rodeará a la escultura tallada con motosierra. Podrá ser una escultura que produzca olivas y aceite. En 2014 transformó un ciprés portugués en el parque Labordeta de Zaragoza en una escultura de ocho metros que gira como si se tratara de un brote que vuelve a nacer. Otra catarsis. El artista tiene algunos proyectos que parten de pasar a bronce una gran corteza de un árbol y en el hueco plantar un nuevo árbol que con el tiempo envolverá e integrará a la escultura de una forma muy poética. Leí hace un tiempo que David Nash, el escultor galés, sigue viviendo en el medio rural, su estudio y taller ocupan una antigua iglesia metodista y que había planteado hacia 1977, en un campo, 22 fresnos formando un círculo de 10 metros de diámetro y que siguiendo las técnicas tradicionales de poda e injerto va dando forma a los troncos para que la verticalidad vaya configurándose en una gran cúpula. Es una intervención artística que sólo se puede dar cuando se vive en estrecha relación con la naturaleza. También Mario Molins vive y trabaja en Binéfar, en relación estrecha con el paisaje, comprendiendo así que el land art no se puede practicar sin contacto y sin vivencias con la tierra. Las esculturas de Mario Molins se aproximan a lo que podría ser una prolongación humanizada de la obra de la naturaleza, sin preocupaciones mercantiles ni ajenas a planteamientos artísticos.
Las reflexiones de Mario Molins no paran. Ahora ha pasado a la práctica de la obra sobre papel y la obra estampada, con técnicas innovadoras, sin grafito ni buril. Por un lado pinta con astillas de madera, de higuera en concreto, y va devolviendo la vida a un árbol nuevo a base de fractales, de reiteraciones contemplativas, con algún poso de filosofía zen y por otro aplica sobre la madera plana huellas de hierro que marcan semillas desde el fuego, elemento purificador y elemento transformador de la vida.
Mario Molins presenta un bosque de primavera, lleno de vida con unas 23 esculturas y la novedad de relieves quemados con alusiones a la semilla y la fertilidad, Un planteamiento poético y lírico logrado desde la reflexión y la reiteración.
Ricardo García Prats
19 mayo, 2016
Escultura, Madera